Conflictos

Algunos de los conflictos que pueden surgir en el aula pueden ser los siguientes, y además como consecuencia y medida educativa que propondría para llevar a cabo. Destacar que las cuatro primeras propuestas serían para después de haber dado un par de avisos a las personas para que dejen de hacerlo, pero si continúan aplicaría la medida. Si esto fuese reincidente se tomarían medidas que estén consensuadas con el centro, tutor/a, orientador/a y las familias. En cuanto a las dos últimas, no daría ni un aviso porque no se debe permitir esas faltas de respeto. 

1. Uso indebido del móvil: escribir una lista de 30 utilidades que pueda tener el móvil, y de 15 lugares en el cual no se pueda utilizar. 

2. Interrumpir constantemente: sacarle de la clase y que prepare los contenidos que se darán en la siguiente sesión para que se los explique esa persona al resto de sus compañeros.  

3. Jugar a las cartas durante la clase: preparar un juego sobre la asignatura y tema que se esté dando en clase para ponerlo en práctica. 

4. Tirarse notitas entre compañeros/as: hacer un trabajo fuera del horario escolar sobre cómo se comunicaba las personas en el siglo XVIII, y exponerlo a la clase. 

5. Actitudes y comentarios machistas: primero, resolver el conflicto de forma pacífica y dialogada entre las personas. Después como consecuencia, quien haya cometido la actitud tendrá que preparar un stand para la hora del recreo con folletos que sensibilicen sobre esta situación.  

6. Agresiones verbales y físicas contra compañeros o compañeras: igual que en el anterior caso, solucionar el conflicto de forma dialogada y pacífica, con esto no se pretende que las personas se lleven bien, sino que puedan tener un trato cordial, que puedan estar juntos/as en una misma sala sin que haya ningún tipo de discusión. Y después la/s persona/s que hayan llevado a cabo las agresiones, tendrán que hacer un informe en el que aparezca sentimientos, emociones, pensamientos y acciones que puede llegar a tener la persona que es agredida. 

Desde un conflicto que viví mientras que he estado trabajando en la escuela de verano, me di cuenta de la importancia y beneficios que tiene el resolver los conflictos de forma dialogada entre las personas. Que ambas se sientan escuchadas, puedan expresar lo que sintieron, que reflexionen sobre lo sucedido y cómo podría evitarse a la próxima vez, pudiendo aprender así de la situación vivida, que en verdad, es desagradable tanto para las personas protagonistas del conflicto, como para las que lo vieron desde fuera. 

El conflicto fue entre niños y niñas de ocho a doce años. Algunos de los niños y niñas estaban jugando a un juego de cartas, otros estaban observando el juego. Yo no podía estar con ellos/as vigilando el juego porque tenía que estar recibiendo a otros niños y niñas para realizar el protocolo de entrada (desinfectar los zapatos, las manos y toma de temperatura). Una vez que llegaron todos/as, fui a verlos y me dice una niña que está otra compañera llorando en el baño que se ha peleado con otro compañero. Después de hablar con los dos por separado, para saber qué había pasado de verdad, junté a todos los niños y niñas que habían estado presente en ese momento, recreando dónde estaba cada persona. Como les conozco de haber estado trabajando más veranos con ellos y ellas, sé quienes son los que se meten en conflictos y quienes los apacigua, y quien huye de ellos. 

La norma principal era, que mientras una persona contaba su versión, nadie más podía hablar hasta que no acabara de contarlo, y una vez que finalizara, en orden podían decir si eso era verdad o mentira, pero luego en su turno ya tendría la oportunidad de contar su verdad. Una vez que estábamos sentados, comencé preguntando, a quien sabía que no había hecho nada, qué había vivido, y así a todas las personas que habían estado de espectadores/as en el conflicto. Y una vez que salieron más personas que habían estado en el centro del conflicto y nadie decía que era mentira, pues a los que habían estado de espectadores/as los saqué de la situación y así poder hablar con quienes de verdad estaban dentro del conflicto. 

Aparentemente el conflicto era entre dos personas, pero en verdad había cinco personas metidas, y empezaron a reconocer actos que habían hecho mal. Una vez que salió lo que había pasado, les pregunté qué podían hacer para intentar reparar el daño, y después qué podían hacer para que no volviera a surgir un conflicto. Reflexionando entre ellos y ellas y haciendo aportaciones, salió de sí mismos/as pedirse perdón bien, diciéndose "perdón por haberte dicho (...)". También llegaron a la conclusión de lo grave que habían sido algunos comentarios y actos que hicieron, y empatizaron con sus compañeros/as. Reflexionaron mucho, y salieron aspectos muy curiosos.

Me llamó muchísimo la atención que mientras estaban haciendo sus aportaciones, hicieron un inciso para preguntarme si yo era jueza, y obviamente les dije que no, y me dijeron que debería serlo. Les pregunté por qué, y me sorprendió aún más su respuesta, me dijeron que les estaba escuchando a todos/as, dejándoles hablar libremente, y no estaba tachando a nadie.  

Para finalizar les pregunté qué harían ellos/as ante esta situación si fuesen yo, dijeron los típicos castigos de llamar a las familias, quedarse sin hacer la actividad, estar de pie en una esquina castigados. Y la verdad que como habían reflexionado bastante y habían colaborado a solucionar el conflicto, no decidí poner ningún "castigo" como el de avisar a las familias. Entonces les agradecí esos actos, y como consecuencia por esa mañana y la siguiente, solo podían jugar a juegos cooperativos. 

Al dar por cerrado el conflicto, me contaban que otras veces que se pelean con alguien, los/as adultos/as que les hace pedirse perdón pero que eran "perdones vacíos" porque en verdad siguen enfadados/as con la otra persona, pero que piden perdón o perdonan para que les dejen en paz. 

Estos comentarios también me llamaron mucho la atención, porque a mi no me importaba gastar toda la mañana hablando para solucionar el conflicto, y así en futuros conflictos que sepan cómo pueden solucionarlo. Y que ellos/as mismos/as se dieron cuenta que hablando pueden solucionarlo y sentirse mejor, y más tranquilos después de hablar qué había pasado y cómo se habían sentido. Por ello, considero que en un futuro, cuando en el aula o recreos surjan conflictos entre el alumnado, pienso que es mejor dedicar tiempo a solucionarlos de forma dialogada y dándoles apoyo, puesto que se van a sentir mejor y aprenderán para un futuro. 

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